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sábado, 7 de junio de 2008

Critica de Arte El Ideal Gallego 6 de Junio 2008. Anxeles Penas

Viernes, 6 de Junio de 2008

CRÍTICA ARTE
SOLEDAD PENALTA
ÁNXELES PENAS

Soledad Penalta es, sin duda, una de las más singulares escultoras gallegas que, aunque se inició en el mundo de la cerámica, en la década del 70, regalándonos en aquella época con cabezas humanas llenas de gran potencia y expresividad, a partir de 1990 se ha decantado por el uso del metal, especialmente el hierro, con el cual ha conseguido hacerse un lenguaje inconfundible consiguiendo imprimir a la dura chapa una poética de ritmos abiertos, entre lo orgánico y lo geométrico. En esta línea está la obra que ahora presenta en la Galería Pardo Bazán, en la cual, partiendo de los versos de Machado, sobre todo aquellos que dedica a los árboles, quiere rendir un emocionado homenaje a la naturaleza amenazada; así, estas esculturas que se extienden por el suelo como troncos derribados, con alguna solitaria hoja que gravita hacia la tierra, parecen implorar piedad o alguna clase de remedio que los salve de la muerte. Este mini bosque que nos ofrece formado por nueve solitarios árboles, encuentra en su distribución en la galería un espacio de soledad, un territorio vacío, como un desierto blanco donde el gris de las piezas recuerda que aquí ya no hay savia, sino el macilento color de la muerte; se siente ese deslizarse lento, ese inevitable dejarse ir cuando el final amenaza; así que estas obras podrían tomarse también como símbolo de la vejez y de la transitoriedad a la que todo está sujeto. No obstante, los versos machadianos grabados en el metal y alguna hoja tímida que quiere alzarse, así como el color dorado con que ha pintado el interior de uno de los brotes que aún buscan el aire y el sol, hablan de regeneración y sobre todo demuestran que el arte es siempre un ejercicio auroral, una rebeldía contra los destinos negros, aun que busque testimoniarlos. Es curioso como, pese a la dureza del material, logra imprimir un ritmo blando a estas piezas que, a veces se quiebran subrayando la ruptura de su ser y a veces ondulan y encuentran un seno acogedor, un abrazo amoroso, como el que ella prodiga a diario a los árboles de su jardín. Amor y dolor se encuentran, como en cualquier ejercicio de arte vivenciado, transmitiendo esa verdad profunda y esa belleza con su punto de melancolía que tan bien pueden ilustrar los versos del poeta que ella ha elegido: “¡Qué largamente ha llorado toda la fronda marchita!”.




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